Llama Sonia Fernández a dejarse permear por los valores ignacianos de la IBERO

Vie, 14 Jul 2023
La Mtra. Sonia Elizabeth Fernández Orozco, Directora de Internacionalización de la Universidad Iberoamericana, se jubila luego de casi 30 años en la institución
La Universidad la arropó, la acogió y la adoptó, lo que le permitió crecimiento profesional, personal y espiritual
  • De cara a la jubilación, la Mtra. Sonia Elizabeth Fernández Orozco tiene la intuición de que va a entrar a la mejor tercera parte de su vida. (Foto: Alberto Hernández)

La Mtra. Sonia Elizabeth Fernández Orozco llevaba 15 años de servicio en una universidad y ocupaba un cargo directivo; trabajar en la IBERO Ciudad de México no formaba parte de sus planes. Pero en 1993 fue invitada tres veces en el lapso de unos meses a incorporarse a esta institución académica. Cuando llegó el tercer ofrecimiento, comprendió que la Iberoamericana sería parte de su proceso, e ingresó a la misma el siguiente año, con lo que comenzó su viaje en territorio jesuita. Esta decisión fue “una de las más afortunadas que yo he podido tomar en mi vida”, relata en entrevista. 

Al inicio, pensó en permanecer unos cinco años para terminar su Maestría en Letras Modernas, pero esta Universidad encomendada a la Compañía de Jesús la arropó, la acogió y la adoptó, y esos cinco años se convirtieron en 30 –o 29 y medio, si hay que precisar--. Ahora que está por jubilarse, la Maestra recomienda con entusiasmo a quien se acerque a la Universidad que se deje permear por ella, “dejar que resuene en nuestro corazón, en nuestra cabeza y en nuestra actuación cotidiana, que resuenen los valores ignacianos, que no son otros sino el misterio del amor de Dios”. 

Considera que lo importante no es el grado que adquirimos en los estudios universitarios, sino dejar que la Universidad se quede en nosotros. Con “el corazón henchido de gratitud por tanto bien recibido en la Ibero”, la actual Directora de Internacionalización recuerda que comenzó en un cargo de asistente de asistente en esa misma área, y que nuestra Ibero acompañó su crecimiento y desarrollo profesional. “El mejor valor de la Universidad es su recurso humano, me gustaría que eso siguiera siendo una realidad, y me gustaría que este recurso humano también se dejara tocar por la identidad ignaciana”.   

A continuación, ella misma nos relata más de su experiencia: 

Llegué a la IBERO el 17 de enero de 1994, sin nunca haber pensado que iba a trabajar en la Universidad. Un año antes, entre enero y mayo, en tres ocasiones me encontré en reuniones nacionales en distintas universidades con el físico Alfonso González de Quevedo Bruzón, de la Compañía de Jesús, quien entonces era Director General de Intercambio Académico de la IBERO. Las tres veces que nos vimos me invitó a trabajar a la Universidad. Cuando llegó el tercer ofrecimiento entendí que me lo estaban mandando de arriba, que Dios estaba acompañando mi proceso.  

El padre González de Quevedo consiguió dos sesiones para mí en Recursos Humanos; una fue con la Lic. Josefina Reyes Ponce. Ella me dedicó una entrevista muy larga y profunda, de dos horas, pienso yo que en ese momento la Universidad tenía muy claro que a cada persona que llegáramos había que conocerlos, saber qué valores traíamos, saber de qué conocíamos antes a la Compañía de Jesús, qué tanto conocimiento teníamos de la Universidad. Eso permitió identificar si la apuesta personal que yo traía --mis valores, mis principios, mi trayectoria— eran para la IBERO o no. 

Al final de esa entrevista, puso entre ella y yo, en su escritorio, un organigrama de la IBERO, y me dijo señalando un escalón en la parte baja del mismo, “Hoy tú estás aquí, pero nuestro trabajo en Recursos Humanos es que tú llegues a una Dirección”. Y casi, casi se cumplió, me tardé un añito más. Lo que ella quería decir es que la Dirección de Personal sabía y tenía esa escuela de trabajar con las personas que llegaban. 

Crecimiento profesional, personal y espiritual 

Yo llegué a ocupar un cargo de asistente de asistente. Siempre he estado en el área que hoy se llama Dirección de Internacionalización, anteriormente Intercambio y Cooperación Académica, anteriormente Dirección General de Intercambio Académico, y comencé de asistente de la persona que llevaba los convenios académicos de la Ibero. Yo dejé un trabajo de 15 años en otra universidad en donde venía como directora, y llegué aquí con un nivel en organigrama muy bajo. No obstante, la decisión de venir a la Universidad es una de las más afortunadas que yo he podido tomar en mi vida. 

Tras casi 30 años de servir a la Ibero, entiendo que aquí tenía que estar este lapso de mi vida. Veo que he crecido a nivel profesional; a nivel personal, me veo fortalecida, y a nivel espiritual, advierto que mi espíritu se ha asentado y se ha ocupado de esas otras cosas que verdaderamente valen la pena.  

Somos personas de paso en una obra mayor 

Ahora que he tenido la oportunidad de revisar mi pasado aquí, entiendo que en algún momento dado, no sé cuándo Dios me dio este insight, entendí que soy persona de paso. Soy peregrina en la vida, y debo hacer mi mejor contribución con compromiso y poniendo mis talentos, mis capacidades, al servicio de esta obra mayor que nos abraza. La obra mayor que nos abraza es la Compañía de Jesús. Y saberme o sentirme parte de esta misión del apostolado intelectual es algo que me ha emocionado y me ha comprometido desde el momento en que lo comprendí.   

Pienso que así tendríamos que llegar quienes llegamos de fuera, quienes no fuimos egresados de la IBERO en la licenciatura, dejarnos permear, dejar que resuene en nuestro corazón, en nuestra cabeza y en nuestra actuación cotidiana, que resuenen los valores ignacianos, que no son otros sino el misterio del amor de Dios. 

No deseo para la Ibero otra cosa sino que larga vida. Larga vida, largo aliento, calidad académica, pero me encantaría que fuera con una comunidad construida fuertemente enraizada en la identidad ignaciana, que es lo propio de esta Universidad. Lo otro, los cómos o algunos qués, pueden ser compartidos por muchas instituciones, pero me gustaría que la Ibero no perdiera su identidad jesuítica. 

Jubilación en una coyuntura feliz 

De cara a esta etapa que voy a emprender, tengo la intuición de que voy a entrar a la mejor tercera parte de mi vida. Y también tengo la intuición de que ahora sí voy a poder hacer realidad lo que Dios soñó para mí cuando me pensó. Esta decisión de jubilarme me llega como una coyuntura feliz. Me parece que estoy haciendo tres cierres paralelos

Mi madre murió hace dos años y cuando ya se van los dos que te trajeron al mundo, comienza una conciencia nueva en las personas. En paralelo, el año pasado saqué un pequeño libro de memorias de infancia con las cuales hago un cierre agradecido de lo que fue mi plataforma de lanzamiento a la vida, mi familia, mi espacio donde crecí. Y ahora, con esta jubilación, estoy haciendo un cierre de 48 años de vida laboral, 30 de éstos en la Ibero. Entonces pienso que estas tres avenidas de construcción personal son meramente instrumentales en las manos de Dios para lo que es mi siguiente fase.   

Texto: Yazmín Mendoza. Fotos: Alberto Hernández 

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