#ANÁLISIS Debate 2018: Expectativas, lugares comunes y faltantes

Lun, 23 Abr 2018
Académica de la IBERO afirma que hubo pocas sorpresas y ningún elemento que cambie las posiciones de los aspirantes rumbo al 1 de julio
  • De izquierda a derecha: Margarita Zavala, candidata independiente; José Antonio Meade, PRI-PVEM-Panal; Ricardo Anaya, PAN-PRD-MC; Andrés Manuel López Obrador, Morena-PES-PT; y Jaime Rodríguez, candidato independiente (Tomada de Univisión).
Por: 
Dra. Ivonne Acuña Murillo*

No todas las expectativas en torno al primer debate presidencial se cumplieron, además de que hubo pocas sorpresas, muchos lugares comunes y ningún golpe de mano. Vaya un breve recuento.

Expectativas cumplidas

En primer lugar, se pudo observar un formato novedoso, el cual permitió salir del acartonamiento y los monólogos habituales, al dar paso a espacios para la réplica y la contrarréplica al momento de la alusión, sin tener que esperar la ronda completa de turnos al habla. Por otra parte, la acertada intervención de las moderadoras Denise Maerker, Azucena Uresti y el moderador Sergio Sarmiento, posibilitó recoger las principales críticas hechas a la y los candidatos sin permitirles la salida fácil de la no respuesta.

En segundo lugar, tanto la candidata Margarita Zavala Gómez del Campo, como los candidatos Ricardo Anaya Cortés, José Antonio Meade Kuribreña y Jaime Rodríguez Calderón, se fueron en contra de Andrés Manuel López Obrador, casi como si hubieran ensayado previamente sus ataques; primero uno, luego la otra y después uno más, como un coro de voces, en temas como la amnistía. Lo anterior ocurre regularmente cuando quienes van abajo en las encuestas pretenden acercarse al candidato puntero. Estrategia de libro, se diría.

En tercer lugar, López Obrador, como lo había anunciado, evadió contestar los ataques, salvo en pocas ocasiones, como cuando aclaró que la amnistía no se traducía en la tergiversación que sus oponentes habían construido o cuando respondió a Meade sobre sus supuestos tres departamentos. Pero en general, decidió dejar pasar, dejar pasar y dejar pasar. Incluso, rechazando en algunas ocasiones su turno al micrófono. La estrategia: no perder lo ganado, en términos de intención de voto, aunque no se venciera en el debate, a lo que por supuesto no se apostó.

En cuarto lugar, se repitieron una y otra vez los lugares comunes: todos los ataques hechos a López Obrador a partir de spots, eventos masivos, entrevistas, etc. Las mismas propuestas, las mismas frases, la falta de precisión en torno a los cómos y los con qué.

En quinto lugar, se esperaba que Anaya hiciera gala de sus dotes de orador y buen debatiente, lo cual ocurrió cuando, de manera sistemática, utilizó su tiempo para golpear a AMLO y a Meade, hacer propuestas y defenderse cuando fue necesario.

En sexto lugar, era previsible que Margarita usará su tiempo para posicionar los temas de su campaña, toda vez que el número de spots a los que tiene derecho son muy pocos, sobre todo después de que ha tenido que compartir los que ya tenía con Jaime Rodríguez.

En séptimo lugar, se esperaba que Rodríguez Calderón, ‘el Bronco’, se convirtiera en un elemento disruptivo, ‘la pimienta’ del encuentro, lo cual, por supuesto, ocurrió cuando el candidato comenzó hablando de su hijo muerto y mostró la bala que traía en la bolsa o cuando afirmó “al que robe hay que mocharle la mano”.

En octavo lugar, que la candidata y los candidatos opositores a AMLO le hablaran a la misma audiencia. Meade y Margarita apelaron a las mujeres y a las familias; Anaya a las mismas mujeres y a los jóvenes; pero en particular a las y los llamados indecisos.

En noveno lugar, que la y los debatientes apelaran a las emociones, que usaran la persuasión como su herramienta principal, como sucedió cuando Rodríguez Calderón habló del asesinato de su hijo y Meade del asalto de su esposa Juana.

Expectativas no cumplidas

Primera, que López Obrador utilizara la misma estrategia que le funcionó en la entrevista hecha por Milenio, en la cual, un moderador y seis estudiosos y periodistas le abordaron con preguntas sobre los temas más espinosos de su campaña. En aquella ocasión, no se dejó descarrilar, dijo lo que quería decir, no se ofuscó y dijo algo que no quería decir, aplicó la formula ‘bloqueo-puente’, al responder rápido lo que le preguntaban, a menos que le conviniera profundizar, para luego usar una frase que servía de puente a lo que quería decir. No le importó la presión ni los tiempos, impuso su tiempo y sus temas. Por supuesto, en el debate el crono está predeterminado, por lo que no tuvo a su favor ese recurso.

Segunda, que José Antonio Meade diera un golpe de mano y abriera con ello una nueva etapa en una campaña que no levanta y al parecer, por lo visto durante el debate, no levantará. Lo anterior supondría una desbandada de militantes del PRI hacia la campaña de AMLO y la de Anaya, intención que ha trascendido en diversos medios.

Tercera, que Margarita pudiera meterse de lleno a la carrera por la presidencia, alejándose de Felipe Calderón y afirmando su propia identidad. En efecto, esta fue su estrategia, pero su sobreactuación, producto quizás de largas horas de ensayo, le restaron autenticidad a su presentación haciendo una diferencia no creíble entre la Margarita vista hasta ahora y la del debate.

Cuarta, que Meade se lanzara con todo en contra de Anaya para bajarlo del segundo puesto y ocupar su lugar. Contrario a lo esperado, el candidato de la coalición ‘Por México al Frente’ consolidó su ventaja para afirmar que esta elección es ya una competencia entre dos candidatos y que, en todo caso, sólo él puede derrotar a López Obrador, suponiendo claro que logre remontar la enorme diferencia que los separa.

Quinta, que Jaime Rodríguez ‘despotricara’, como es su costumbre, sin embargo, con habilidad se erigió en juez de sus contrincantes, se atrevió no sólo a dar consejos sino a hacerles preguntas, como si él fuera el moderador, alguien por encima de lo que ahí se jugaba. Incluso se mostró como un ejemplo a seguir cuando renunció a los recursos que por ley le otorgó el INE para su campaña y presionar a sus adversarios para que a su vez hicieran lo mismo. Al final, desechó con desparpajo haber hecho trampa en la recolección de las firmas con las que se le dio el registro como candidato a la presidencia.

Sexta, que la candidata o alguno de los candidatos diera un golpe de mano, de manera que esto marcara de manera contundente un antes y un después y que permitiera cambiar dramáticamente la intención de voto.

¿Qué les faltó a la candidata y los candidatos en su estrategia?

López Obrador; no responder con contundencia a los ataques y hacer propuestas puntuales y no aprovechar la capacidad que lo ha distinguido como un gran comunicador político, como hizo por breves momentos durante el debate y al cierre de éste.

Margarita Zavala y José Antonio Meade: presentar sus propuestas en el mismo tono que en sus spots y sin presentar algo que los reposicionara y les permitiera salir de la zona gris en que se encuentran y subir en la intención de voto.

Ricardo Anaya: no haber dado un contundente golpe de mano que le alcanzara para bajar a AMLO del primer lugar.

Jaime Rodríguez: no hacer propuestas dignas de ser llevadas a cabo y refugiarse en medidas como “la mochada de manos”, que viola todas las concepciones actuales de derechos humanos, o el quitar el presupuesto a los partidos, lo cual supone un retroceso toda vez que fue un logro que otros partidos, además del PRI, dispusieran de recursos públicos para operar.

O cuando afirmó que habría que desaparecer a los partidos políticos, cuando éstos son una pieza fundamental de la democracia representativa. Lo cual deja al descubierto su desconocimiento de estos temas.

Por lo anterior, se espera que, para el segundo debate, quien pueda, subsane estas deficiencias y opere de mejor manera su estrategia.

*La Dra. Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

 

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